Viajar a Punta Cana se ha convertido prácticamente en sinónimo de reposar apaciblemente en cualquiera de sus 40 complejos hoteleros, cuya tentadora promesa es no tener que abandonarlos ni por un instante durante la estadía. Sin embargo, más allá de estos templos del “todo incluido”, hay un maravilloso lugar que merece ser descubierto. Vale la pena dejar atrás por un rato el confort de la habitación.
Lo primero es ir al lobby y contactar a alguno de los representantes que ofrecen diversas excursiones. Una de las más populares es la de los buggies del Rancho Macao.
A la hora convenida, camiones de carga con techos de lona, adaptados para transportar a los turistas en cómodos asientos, permiten atestiguar –en primera fila– todo lo que ocurre en las calles al ritmo del merengue dominicano o perico ripiao, que suena sin timidez por las cornetas.
Una vez que se llega al rancho, lugareños que hacen las veces de mecánicos, guías, fotógrafos y administradores a la vez, se hacen entender –hasta en ruso– para explicar los detalles del paseo.
Luego, cual Meteoros, ya con cascos ajustados, los turistas-pilotos saltan a los carros asignados, encienden el motor y se ponen en marcha para recorrer las tierras ancestrales de los indígenas taínos.
Cada buggie admite dos pasajeros y, es bueno saber que, aunque se trata de una excursión de aventura, las carreras están prohibidas y son penalizadas.
Durante el recorrido se conocen: un rancho típico dominicano (conuco familiar) donde siembran caña, café, cacao y tabaco; un cenote de agua fresca cristalina y dulce, y una de las playas más hermosas de la costa este: El Macao. Obligatorio darse un baño en esas aguas de corrientes intensas, pero hermosas.
Al cabo de tres horas, se regresa al hotel donde entre cocteles y manjares podrá comentar las anécdotas del día. Para más información sobre el paseo puede revisar la web: www.premiumtravelrd.com.
El Dato
Absténgase de comprar excursiones a buhoneros e informales en la orilla de la playa