Si has volado alguna vez al anochecer, o has aterrizado cuando ya es de noche, habrás observado que las luces del interior del avión se apagan en el momento de despegar o aterrizar.
Las luces de la cabina se apagan con la finalidad de que el ojo humano se adapte a la oscuridad. Esto tiene distintos objetivos: en primer lugar, para poder ver los pasajeros y tripulación las señales de evacuación que se encienden en el suelo y paredes del avión. También para que la tripulación pueda reaccionar de forma inmediata, sin tener que esperar a que la visión se acostumbre a la oscuridad.
Si el interior del avión estuviera encendido y hubiera que realizar una evacuación en la noche, los pasajeros al encontrarse en el exterior del tobogán no conseguirían ver nada, y esto haría que se detuvieran, cosa que entorpecería dicha evacuación al bloquear la salida de emergencia. Sin embargo, si el ojo está acostumbrado a la oscuridad, será mucho más fácil adaptar la visión, con la consiguiente agilización en el procedimiento de emergencia.
Aunque parezca de poca importancia, este procedimiento es importante ya que, en una emergencia, cada segundo cuenta.
Cuando se va a proceder a atenuar las luces la tripulación da un mensaje a el pasaje, a no ser que la mayor parte de éste estuviese dormida. En este caso, se apagarían sin emitir dicho mensaje, para no molestar.
Algo que lo pasajeros suelen agradecer es que, si se van a apagar las luces y están leyendo, a la vez que vas mirando si tienen puesto el cinturón y están colocados correctamente, les vayas encendiendo la luz individual de lectura, para no interrumpirle en su actividad.