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Ámsterdam es una ciudad para mentes abiertas

Olvídese del mapa en la capital holandesa. Déjese llevar, pero sin perderse el barrio del Jordaan, las nueve calles, el café Brix y el puente de Groenburgwal…

Lo más probable es que su puerta de entrada a Ámsterdam sea por Centraal Station, la ajetreada estación de trenes ubicada en un edificio neorrenacentista de 1889. Es curioso que esta primera toma de contacto con Ámsterdam ­un inmenso espacio abierto en el que miles de personas, autobuses, taxis y tranvías se asemejan a un enjambre ocupado­ tenga tan poco que ver con lo que se encontrará después.

Quizá únicamente la plaza Dam, donde está el Koninklijk Paleis, vuelva a recordarle la primera estampa que vio.

Y es que Ámsterdam no es una ciudad de grandes avenidas y monumentos grandiosos.

Es más bien un monumento en sí misma, con su característico perfil arquitectónico ­nunca superado por las 5 plantas de altura­ de casas centenarias y cosido por más de 150 canales y cerca de 1.300 puentes.

Si por más que consulte su mapa lo único que consigue es seguir perdido, no se lo tome como algo personal. Es parte de su encanto. Sea como sea, asegúrese de que llega al barrio del Jordaan. Construido en el siglo XVII para albergar a la clase trabajadora, es ahora la zona preferida por los artistas y la gente joven. Mucho mejor de noche, cuando la escasa iluminación de sus callejuelas poco transitadas y sus pequeños canales lo convierten en experiencia imprescindible del viaje.

El Jordaan colinda al norte con la calle de Haarlemmerstraat, donde encontrará interesantes tiendas, como Restored (www.restored.nl), especializada en diseñadores holandeses, o Sukha (www.sukhaamsterdam.nl), que apuesta por productos con historia.

No muy lejos de allí puede parar a tomar un tentempié en Smallworld (www.smallworldcatering.nl), un pequeño local frecuentado por gente de la zona con una carta a base de quiches y sándwiches preparados diariamente.

A pocos pasos se encuentra Noodermarkt, donde los sábados se instala un mercado.

Si estaba pensando en llevar quesos, el producto estrella del país, este es el lugar para comprarlos y de paso observar la ajetreada vida de una mañana de sábado. En la misma plaza, haciendo esquina, está Winkel (www.winkel43.nl), otra parada obligatoria si siente debilidad por la tarta de manzana, según dicen, la mejor de Ámsterdam. Desde allí, tome el canal de Prinsengracht, que junto con el de Keizersgracht y Herengracht constituyen la esencia de Ámsterdam. Deténgase a observar los ricos detalles de sus casas, todas ellas diferentes. Recorriendo estos canales se encontrará con la zona más de moda, llamada de las nueve calles, llena de tiendas y restaurantes.

Bajo la luna

Cuando cae la noche y parece que no tiene nada más que ofrecer, acérquese a Wolvenstraat. Le sorprenderá la animada vida de esta calle en torno al Bar 22 (www.bar22.ntl) y al café Brix (www.cafebrix.nl), donde se reúne la gente guapa de la urbe.

Al adentrarse en el corazón de Ámsterdam los farolillos y los escaparates de mujeres ligeras de ropa le indican que está en el Barrio Rojo. También las hordas de turistas, cuyo promedio de edad ronda los veinte años, atraídos por los Coffee Shops, que aquí proliferan (ahora en plena polémica por la conversión obligada de los cafés en clubes privados que impiden a los extranjeros el consumo de cannabis). Pero más allá de sus inconfundibles luces y el olor a marihuana que lo envuelve todo, este barrio es de los más antiguos de la ciudad y cuenta con algunas de las vistas más bellas de Ámsterdam. Es el caso del canal de Oudezijds Voorburgwal. Desde ahí puede tomar la calle de Zedijk y recorrer el Barrio Chino hasta llegar a Nieuwmarkt y su singular edificio De Waag, construido en 1488.

Para reencontrarse con la estampa tranquila de Ámsterdam no tiene más que continuar su camino hacia el sur, tomando el canal de Kloveniersburgwal.

Llegará a los puentes de Staalstraat y Groenburgwal. La fotografía desde cualquiera de ellos es casi obligatoria. Como lo es la parada en la Bombonería Puccini (Staalstraat, 17), donde venden el mejor chocolate de la ciudad.

Al final de esta calle se encuentra el canal Amstel, y a sus orillas, el Museo Hermitage Amsterdam (www.hermitage.nl), uno de los imprescindibles. El río Amstel lo atraviesa uno de sus puentes más famosos, el Magere Brug. Crúcelo y vuelva a sumergirse en el Ámsterdam más pintoresco por la calle de Kerkstraat. Le llevará de vuelta al centro pasando por rincones que no debería perderse, como el canal de Reguliersgracht o la calle de Nieuwe Spiegelstraat, llena de anticuarios e interesantes galerías de arte.

Antes de viajar, tres premisas a tener en cuenta: no tenga miedo a dejar el mapa y perderse. Olvídese de consultar el tiempo, en Ámsterdam el clima es absolutamente impredecible y, por tanto, su luz es mágica y cambiante a cada instante. Y no intente entender sus horarios comerciales.

En definitiva, deje de planificar y estará preparado para todo lo que Ámsterdam puede ofrecerle.

Foto: Flickr de dranidis

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